El 2022 viene marcado por una discusión transversal en todas las organizaciones, como si fuera un dilema shakespeariano, ¿líder o jefe? ¡El mindset cambió! En ese contexto, algunas empresas están pensando o planeando la organización del futuro que junta los dos mundos y potencia lo mejor de nuestro talento con la capacidad de generar resultados en una nueva dinámica entre equipos y liderazgos.
Las empresas descubrieron que no necesitan de “niñeras” para saber si sus colaboradores trabajan bien, sino de líderes que de verdad desarrollen sus equipos en un ambiente de autonomía y responsabilidad, envuelto en confianza y colaboración. ¡El control está con los días contados!
El nuevo (viejo) liderazgo
Los días de la imposición de órdenes y el micromanagement en las oficinas y organizaciones eran el común denominador para entregar “buenos” resultados, eso hoy han quedado en el pasado. En la era digital estos comportamientos son rechazados por los equipos de trabajo quienes son cada vez más empáticos, receptivos y colaborativos para ser sostenibles en su desempeño.
Un líder debe tener la capacidad de inspirar y persuadir. Hoy en día, además de evaluar el conocimiento técnico, se evalúa la capacidad de adaptación y competencias socioemocionales del líder que permitan orientar al equipo en el logro de sus objetivos personales y corporativos.
El líder ya no se posiciona por un modelo de autoridad, sino como un referente a seguir que debe guiar y modelar al equipo desde la convicción para lograr los objetivos delimitados.
«El liderazgo no es un puesto. El liderazgo es una elección» (Simón Sinek)
El liderazgo se elige y va más allá de cualquier jerarquía, no necesariamente quien ostenta un alto cargo inspira o motiva a los demás a seguirlo.
La figura de un jefe y un líder es totalmente diferente, debido a que mientras el primero obtiene resultados a corto plazo, muchas veces por el miedo que infunde en sus colaboradores, el segundo actúa de manera sostenible, con coherencia, generando resultados que se consolidan a largo plazo por medio de la inspiración que genera como cabeza de equipo.
A esta altura el líder entiende la importancia de su vínculo con los otros, no ya como quien detenta un cargo de poder, sino como quien goza de la validación de los demás y la capacidad de ser habilitador, propulsor de las capacidades de sus equipos y como catalizador de nuevas soluciones que se alienen a la estrategia del negocio.
¿Y las habilidades?
En esta era el liderazgo no se impone, el buen líder es alguien que se conoce bien a sí mismo y se autogestiona, es quien guía para alcanzar resultados. Este cambio ya no es opcional, ni circunstancial, ni impuesto por la pandemia, sino que es un quiebre del paradigma laboral tradicional.
El liderazgo de hoy requiere de un nuevo set de competencias y velocidad de reacción ante la proliferación de habilidades emergentes que exigen cierto dominio.
¡No se puede jugar un juego nuevo con reglas del pasado! Las reglas del juego cambiaron y los líderes deben tener capacidad de empatía, adaptación y flexibilidad. Poder extraer lo mejor de cada uno de los talentos del equipo e impulsar la innovación en un ambiente inclusivo y diverso. Liderar a través de la honestidad, predicando con el ejemplo y mediante una comunicación fluida para construir relaciones de confianza. Donde hay confianza, hay colaboración sin necesidad de imponerse.
El rol del líder ha cambiado para siempre. El capitán del equipo ya no puede liderar desde la seguridad de su camarote, sino que tendrá que tomar el rol del vigía. Aquel que puede ver adelante la visión, para a partir de esa experiencia orientar a su equipo a generar acciones específicas. Logre ser un habilitador del trabajo del resto, y un estratega que mira desde arriba la organización sin desatender a sus colaboradores. Logrando equilibrio entre los sistemas de trabajo que permitan sustentabilidad como una interfaz entre negocio, cultura y equipos, en un contexto donde la realidad pasó a ser más hibridada y digital que nunca.
Mundo Líquido | Lideres que garanticen sustentabilidad
No podemos pensar ni actuar de formas lineales dentro del contexto de múltiples variables en nuestras vidas personales y de las organizaciones desde la pandemia. No hay un único plan, ni objetivo, sino que son múltiples y a diario.
La pandemia nos mostró que no distingue entre reyes y mendigos, que la estabilidad que sentíamos era eso, una sensación, y ya no nos alcanza para explicar el contexto.
Es por eso que Jamais Casio, investigador del Institute for the Future, ideó el acrónimo BANI, como una nueva forma de explicar las situaciones en las que se ven inmersas hoy las organizaciones. BANI significa “Bien frágil, Ansioso, No lineal, e Incomprensible”.
Es importante entender que para poder afrontar el mundo BANI es vital contar con una estructura organizacional lo suficientemente flexible y comunicada como para poder afrontar los problemas diariamente. Por ello los líderes son considerados bastión de la cultura de la organización frente a equipos que mutan con mayor frecuencia. Deberán apelar su capacidad para generar nuevas lógicas que inspiren a sus equipos a reconvertirse en el mundo empresarial con empatía, adaptabilidad y escucha. ¡Es por esto que el líder debe licuarse, y aprender a cambiar de forma en función del entorno, cada vez más incierto!
El contexto exige nuevas capacidades y el líder, transformado hoy en guía, deberá colectivizar la incertidumbre actual garantizando la posibilidad de todos los miembros de su equipo y poner sus capacidades al servicio del mismo. Un líder llano, líquido, que se conoce a sí mismo y a sus equipos, que deberá utilizar la información que le garantiza su posición estratégica al servicio de la innovación basándose en las fortalezas individuales y del grupo para garantizar resultados y sustentabilidad.
Ma. Fernanda Villaverde | Agile Coach Professional | Consultora HR |Gestión del cambio y transformación cultural organizacional